Para empezar con esta entrada, os traemos primero la definición de la (mala) suerte: causa o fuerza que supuestamente determina que los hechos y circunstancias imprevisibles o no intencionados se desarrollen de una manera o de otra. En este caso sería que los hechos ocurran de una manera negativa. El día D y la hora H son momentos muy importantes en la programación y en el camino de cualquier preparación deportiva. En nuestro caso, las carreras o competiciones son importantes (sin obsesionarse) ya que plasman el trabajo realizado, la dedicación y el sacrificio durante el viaje.
En mi opinión, lo más importante de una preparación es el viaje, y no el día D y la hora H. A mi entender, la competición es la guinda de un proceso del que se tiene que disfrutar y sacrificarse para poder sentirse realizado. Si estamos 10 meses (300 días) preparando una o varias competiciones y nos salen mal o peor que nuestras expectativas (digamos que más del 50% de las ocasiones no se cumplen las expectativas, una vez se es un atleta consagrad@), la sensación que nos queda es negativa y, aunque el camino haya sido una gozada, es poco probable que se haga una gran valoración de la temporada.
Siguiendo con la argumentación, aunque el día de competición no debe de ser lo más importante en la temporada, será mejor cuidar detalles que nos hagan poder organizar lo que podemos controlar. Más allá de eso, existirán, por un lado, factores que dependen en gran medida de nuestra manera de ser o nuestros hábitos y, por último, factores que no podamos controlar.
Factores controlables totalmente
- Nuestra mentalidad positiva: se trata de decir sí a la mente cuando lo que nos grita es no. Esto se puede entrenar y, además, existe una correlación directa con nuestra manera de ser en el día a día. Si eres positivo en la vida, es muy probable que lo seas en las carreras o competiciones. Cree en ti, vales mucho.
Hay aspectos que creemos que son parte de la buena o mala suerte en una carrera, pero, en realidad, dependen de nosotros más de lo que creemos.
- La nutrición: hay que acostumbrar al cuerpo (energía) y al estómago (digestión) a ciertos alimentos que deben de ser los correctos para rendir al máximo. Comer arroz blanco a las 06.00 a.m. para competir a las 09:00 a.m. (en lugar de una napolitana con un café con leche) es lo correcto. Debemos acostumbrar al cuerpo a estos alimentos antes de un esfuerzo y también controlar las horas en las que los ingerimos. Puedes controlarlo haciendo test antes de competir, comiendo lo mismo a la misma hora y haciendo el test (a poder ser) a la misma hora que la próxima competición. No debemos probar cosas diferentes ni el día de la competición ni la semana antes.
- Día de competición: debería existir una especie de protocolo que se lleve a cabo el día D. Empezando desde el despertar, el viaje, el calentamiento y llegando hasta la estrategia de carrera. Todo esto se debe planificar para que no haya imprevistos de última hora como llegar tarde, tener mucho estrés por no poder calentar lo establecido, etc.
- Puesta a punto: entrenar con rutinas que sabemos que nos vienen bien para rendir es una de las claves las semanas/días previos a la competición. Es importante no probar cosas diferentes en cuanto al entrenamiento en esos momentos.
- Descanso: no hace falta decir también que descansar lo suficiente (ni más ni menos) es clave. Aquí debemos también ir ensayando durante la temporada para conocer lo que nos viene bien para estar a tope el día D.
Factores controlables parcialmente
- Enfermar: a veces creemos que caer enfermos la semana o el día de la carrera es simplemente mala suerte. Aquí quiero mencionar palabras de un triatleta muy famoso regaló al público después de caer enfermo la misma semana de una gran competición, estas fueron sus palabras: “he caído enfermo por no cuidar detalles como limpiarme las manos después de firmar autógrafos, dar las manos a mucha gente, abrigarme rápido después del entrenamiento o dejar de comer ciertos alimentos por querer afinar”. A día de hoy por desgracia conocemos mejor que nunca la importancia de limpiarnos las manos al llegar a casa, antes de comer o tocarnos la cara, etc. Este detalle puede marcar la diferencia entre estar enfermo o no. Hagámoslo siempre, pero especialmente los días antes de la competición y el día D.
- Estrategia: es mejor improvisar sobre lo planificado que improvisar sobre lo improvisado. Si dejamos a las sensaciones o a los rivales que marquen la estrategia de carrera, es probable que en el mínimo momento que no estén saliendo las cosas como pensábamos (sensaciones, tiempo o puesto), nos dejemos llevar y bajemos la concentración. Para que esto ocurra de manera menos pronunciada, es mejor tener clara la estrategia de carrera, perseverar en ella y, si al final vemos necesario modificarla, hacerlo. La determinación es clave en el guión de ese momento tan importante.
- Lesiones: si nos hemos lesionado días antes o el mismo día de la carrera puede ser por la mala suerte o porque no hemos cuidado detalles como la carga de trabajo, la intensidad, la hidratación, el estrés, dormir bien o descansar en los momentos clave, etc. Por esta razón, hasta cierto punto puede estar en nuestra mano caer en una lesión días antes de la carrera o el mismo día.
- Climatología del lugar de competición: no es lo mismo planificar una maratón en Valencia que tiene 300 días de sol promediados por año, que planificar una maratón en Donostia con 70 días de sol al año. Te puede tocar un día de lluvia y frío en Valencia pero es 4 veces menos probable que en San Sebastián. No es suerte, es estadística.
Factores imposibles de controlar
- Meteorología: de momento no podemos controlar la meteorología del día D y esperemos que nunca lo podamos hacer.
- Estrategia de rivales o inscritos: cuando queremos correr el día de competición no podemos controlar los grupos que habrá para correr a un ritmo específico, o incluso si vamos a disputar puestos no sabremos quien corre esa carrera (el nivel). Todo eso no depende de nosotros. Además, tampoco podremos controlar la estrategia de los rivales o los grupos de corredores. Esto es algo que hay que aceptar y jugar con ello, no quejándonos de nada. Si hay muchos rivales, es lo que hay. Si hay pocos grupos para hacer marca es lo que hay. Lo épico es hacer lo que queremos a pesar de lo que no podemos controlar. ¡A tope!
Ya hemos explicado lo que está en nuestra mano al 100%, lo que podemos controlar en cierta medida y lo que sí es suerte. En nuestra opinión, la suerte es aquello que no controlas. En consecuencia, y como hemos visto, muchas de las cosas que se suelen catalogar como suerte a secas, dependen en cierta medida de nuestros hábitos o manera de ser. Por esta razón, debemos intentar organizar y controlar lo que se puede y aceptar (jugar) con lo que nos toca de verdad (suerte).
A propósito del tema de esta entrada, desde hace varios años en mi perfil de Facebook (HOSSKAAM; de Hossain Kaanache Amghiraf) tengo una foto con la siguiente frase escrita en una pizarra: “Dios, dame serenidad para poder aceptar aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo y sabiduría para conocer la diferencia”. Esta frase nos la regaló hace tiempo Reinhold Niebuhr.
La suerte es una palabra que rescata a mucha gente del fracaso. Pero entendamos por favor que fracasar es la única manera de crecer (no solo atleticamente) y mejorar. Por esta razón utilicemos bien la semántica y asumamos nuestros posibles errores para poder mejorar. No olvidemos que, si no hay fracaso, no hay errores, y sin ellos no hay mejora.
Sin duda, siendo como somos (sois) fuertes, capaces y valientes, debemos de asumir nuestra responsabilidad siendo leonas y no ovejas.
Hossain Kaanache Amghiraf (HossKaam)